Las elecciones extraordinarias del 26 de enero mantienen a Perú en una situación política cambiante, inestable y marcada por la fractura.
Estos comicios, donde debían elegirse los 130 congresistas que formarán el Parlamento peruano, han tenido como resultado una enorme división en el apoyo de la ciudadanía hacia los distintos partidos. Ninguno de ellos ha logrado más del 11% de la representación. Además, más del 20% de los ciudadanos no acudieron a las urnas, lo que es una cifra muy alta en un país donde el voto es obligatorio y la abstención electoral puede conllevar multas de entre seis y 26 dólares.
Se plantea de este modo un clima de descontento, desesperanza y rechazo a la clase política de Perú y a la credibilidad de sus instituciones. Esta legislatura, aún inconclusa, ha estado marcada por los enfrentamientos entre el presidente y los congresistas, los casos de corrupción, en especial la trama de escala continental Odebrecht, los escándalos, como el suicidio del expresidente del Partido Aprista Alan García cuando iba a ser juzgado por este mismo caso y la falta de acuerdos que concluyeran en políticas y gestiones prácticas y útiles para los ciudadanos. Por todo ello la sociedad peruana ha optado, resignada y sin mucho convencimiento, por fuerzas muy distintas. El resultado es la ausencia de mayorías suficientes para lograr la estabilidad y la aparición en el Congreso de partidos de dudoso origen e ideología.
Es el caso de la segunda fuerza más votada, el Frepap o Frente Popular Agrícola del Perú, que ha irrumpido en el Parlamento por primera vez logrando concentrar un (el) 8,9% de los votos y, con ello, 16 asientos. Logra esta posición, además, sin una gran presencia mediática durante la campaña electoral. Ésto se debe a la elección de su líder, Ezequiel Jonás Ataucusi Molina, hijo del fundador de una secta religiosa, de unos medios propagandísticos bastante poco ortodoxos. Su mensaje habla de la llegada de un mesías y sus seguidores llevan túnicas, un velo en el caso de las mujeres y barba para los hombres. Sus declaraciones públicas, son, a su vez, histriónicas y cargadas de referencias mitológicas y religiosas.
El partido más votado, sin mayoría, será el del derechista Acción Popular, que fue aliado de Fuerza popular en el Congreso hasta que éste fue disuelto por Martín Vizcarra. Acción Popular, no obstante, se encuentra tan dividido como el país, y a pesar de tener a Mesías Guevara como presidente, se encuentra fragmentado en tres vertientes, con otros dos candidatos que se encuentran luchando internamente por obtener el liderazgo.
Sin embargo, estos resultados solo reparten los sillones en el Congreso durante un año y medio, lo que quedaba de la legislatura cuando el presidente Vizcarra lo disolvió, y los escaños concedidos por los ciudadanos tendrán una fecha de expiración muy próxima. La profunda fragmentación del Parlamento y su corta existencia antes de que lleguen las elecciones presidenciales y parlamentarias del 2021 creará un contexto que “obligará a dialogar y alcanzar consensos mayores al Congreso anterior”, según señala Heber Campos, profesor de la Pontificia Universidad Católica de Perú, en BBC Internacional. Además, desde su punto de vista, “se espera que la nueva representación se aleje un poco de la actitud obstruccionista o de confrontación anterior y empiece a ser más constructiva”.
A pesar de estas optimistas perspectivas, la situación no deja de reflejar una gran inseguridad, y es observada con preocupación por la sociedad peruana y la comunidad internacional. La caída de grupos políticos de gran tradición histórica y poder político en el país, como la agrupación fujimorista, la llegada de nuevos y controvertidos actores, como los evangelistas del Frepap, o la propia división dentro de los partidos con mayor representación, no hacen sino perfilar un país que se mueve, y se acomoda, entre la división y la incertidumbre.